El cóctel Tailspin se originó a principios del siglo XX, una época en la que los cócteles a base de Gin dominaban la escena de los bares. Aunque su origen exacto sigue siendo incierto, su estructura e ingredientes apuntan a su creación durante la edad de oro de la mixología.
El uso de Chartreuse Verde lo distingue, añadiendo una capa de complejidad herbal que refleja el espíritu experimental de los bartenders de la época. Con los años, el Tailspin ha sido adoptado por bares de cócteles artesanales, donde su perfil de sabor matizado sigue cautivando a los paladares modernos. Aunque menos famoso que su primo el Negroni, el Tailspin se mantiene como una bebida para verdaderos conocedores.
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