El Manhattan Club era el centro de la elegancia en 1870, y este cóctel se volvió su firma. Las recetas se esparcieron rápido—para 1880, bartenders de Boston a San Francisco lo preparaban. La Prohibición casi lo mata, pero los speakeasies usaron gin de bañera (mala idea) o whiskey de contrabando (mejor idea). Tras la guerra, entusiastas como David Embury lo revivieron en libros, asegurando su estatus de «clásico».
Hoy, encontrarás versiones como el Black Manhattan (con Amaro en vez de vermut) o el Perfect Manhattan (mitad vermut dulce, mitad seco). Pero los puristas siguen la receta original: tres ingredientes, mezclados con vigor, servidos más fríos que un invierno neoyorquino.
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